Los terrenos
son un activo tangible, pero no están sujetos a depreciación, por el simple
motivo que la tierra no se desgasta o se vuelve obsoleta.
Esto no
significa que la tierra no pierda valor. De hecho, sí puede hacerlo. Por
ejemplo, una superficie de tierra virgen en un área de alto valor en el mercado
de bienes raíces puede ser muy demandada, lo cual, se reflejará en su valor. Si
la demanda cae, también lo hará el valor del terreno, tal pérdida de valor no
es amortización.
Un terreno puede sufrir cierto deterioro por erosión, deslaves, cambio abrupto del relieve producto de derrumbes, hundimientos o continuas inundaciones que pueden afectar su valor o desvalorizarse en su totalidad, pero no se considera sujeto de amortización o depreciación, esta será aplicada contable mente a las estructuras, mejoras o edificaciones en él enclavadas.
En contabilidad, depreciación o amortización se refiere al proceso por el cual un activo pierde valor con el tiempo a medida del uso o desgaste, o porque se deteriora o se vuelve obsoleto.
La tierra, como cualquier activo, puede disminuir su valor, pero no se amortiza en el sentido contable. Resulta lamentable para las empresas, pues la depreciación de activos puede deducirse de los impuestos como si fuese un gasto.
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